lunes, 21 de julio de 2014

Camino vertical

Siempre hay quejidos
que entorpecen la claridad de la vida
en lo alto de la torre.

El llanto del exceso
en los más alto.

Es empinado el camino;
la planicie sencilla
queda para los entes
de muerte cerebrocultural.

El camino es empinado;
disfruta de las curvas,
de todo aquello
que te encienda el orgasmo
          [muy dentro]

Ignora los quejidos
[el calor, el miedo, la ñoñería]
porque
el camino es empinado.

Nacer es caer,
crecer, subir escalones:
te espera la cúspide,
su éxito, la verdad,
y tu satisfacción.

Te espera la ciudad a tus pies,
el viento en el cuerpo,
el olvido del sol.

Ignora esos quejidos,
sé lo que siempre quisiste ser:
la felicidad eterna,
el alma exenta del cuerpo.

Giralda, Sevilla
Julio 2014

Y el mar

Y entonces,
cuando la ola surge con calma,
después de un aire precavido,
estoy yo,
concha en la arena,
restos calizos
mecidos, zarandeados,
inertes,
como soy,
no muerta,
INERTE.

En mi superficie
hay vida que late:
musgo, alga;
y yo soy ser vivo
-milenario-
pero seco,
desnutrido,
compuesto por
minerales inútiles
que no saben ser 
nada más
que albergue de otros seres,
elemento que se da
-pobremente-
a vidas ajenas.

Looking for good quality


Ya no quiero decir
nada más
que no sea
TRASCENDENTE,

porque el arte
no es PRESCINDIBLE
y las excesivas palabras HUECAS
vestidas de obra
convierten el ARTE
en un gasto digno de
RECORTAR.

Ser lo que soy

Deslizar la tinta 
sobre el blanco
descongestiona
el roto de las costuras
desmembradas
que me alambran la estructura.

Tengo el signo
"?"
en la punta de mi pie,
como si el camino
me hubiera elegido 
ya pronosticando mi/su fracaso.

He sufrido 
todas las dicotomías
de los sementales
que macularon 
mi dentadura. 

Recorrí, 
por tanto,
mil sendas de posesión ajena
por no saber reconocer 
la impronta de mi extremidad: 
ingerí la medicación necesaria
para tolerad de J la indiferencia;
respeté la libertad química de Jad;
amortigüé la caída
del vertiginoso vuelo con A
gracias al poliformismo de mis tripas,
y me quedé mil veces
a las puertas del corazón de M
[conseguí me que diera igual].

Ya sólo me quedan
el silencio,
el vacío,
saber de mí,
SER,
como si ser
fuera un verbo
progresivo, constructivo, futurista;
nunca más pretérito.
Soy, siendo, seré,
nunca fui,
porque no era nadie
hasta que esta tinta
deslizada en el blanco
decidió ser
la firma del propósito
que me lleva a declarar
que soy lo que escribo,
lo que hago, 
todo lo que la soledad me ampara,
todo lo que ellos nunca consintieron
aprender de mí.

Todo eso
SOY.


jueves, 10 de julio de 2014

"Este camino me eligió libremente", André Breton y Jean Schuster

Ese día salí de casa cargando todas mis pertenencias imprescindibles e inherentes a mi condición de ser humano. Llené la cartera de billetes, sin olvidar la tarjeta de crédito, y en el bolso ordené los elementos que completan mi vida, que me hacen más eficaz y más persona de este siglo: en el bolsillito van el mando del garaje donde protejo mi lícito coche nuevo de alta gama y las llaves también a distancia (los trabajos manuales no son aptos para nobles) del mismo; en otro compartimento resguardo mi inseparable smartphone con el que me puedo relajar de vez en cuando en la oficina gracias a sus tres mil quinientas aplicaciones absurdas, además de poder estar conectada con todo el mundo en todo momento y así evitar hablar con mis compañeros de trabajo a los que luego felicito por su cumple fielmente gracias a que cierta aplicación absurda me lo recuerda (es absurdo felicitar a alguien a quien no cuidas todos los días); pegado al smartphone, tengo el mp5 o 6 o 7, no sé, el mejor, que escucho con unos cascos enormemente llamativos que suenan de puta madre y, gracias a los cuales, puedo sentir que tengo a Mick Jagger a la verita mía reventándome el oído mientras los niños del parque incordian con sus risas. En el compartimento general llevo los quasi-entes  más personales y valiosos de mi ser que podrían considerarse prácticamente órganos vitales de mi anatomía personal; me refiero a mi cámara fotográfica reflex capaz de inmortalizar con todos sus píxeles desde el instante más impresionantemente inalcanzable, como el zarpazo de un león ávido en el muslo derecho de la gacela más estilosa, hasta la más absurda y hueca mueca de mis conocidos en un día de pedo absoluto; también a mi tablet supersónica con la que puedo hacer de todo o que me facilita la vida a la hora de hacer ciertas cosas, según el anuncio, desde mejorar en el deporte que nunca practicaré, hasta afinar el instrumento que nunca aprenderé a tocar; además, en la tablet están las misma aplicaciones absurdas que tengo en el smartphone, pero así puedo dejarles una de las dos cosas a los niños de mis familiares y amigos que se empeñan en que entretenga; por último, llevo mi computer con símbolo de manzana con el cual puedo retocar las fotos hechas con mi reflex, o robar películas por internet a directores de cine honrados, o meter música en el mp5 o 6 o 7, cuyos derechos tampoco pienso pagar (no por falta de fondos, sino de ganas), y sobre todo, puedo escribir novelas y poemas que luego publicaré en un blog de internet y posteriormente en libros cuyas hojas procederán de árboles antiquísimos con la única intención de que la gente me lama el ego.

Cargué todas estas cosas en el bolso y no volví a casa durante todo el día, el cual había resultado ser alegre y maravilloso: fui al trabajo en coche, comí suculentamente, estuve en la ciudad y use el metro, visité a amigos en un barrio humilde y regresé a la noche. Parecía que lo llevaba todo conmigo, pero de vez en cuando sentía un pálpito de preocupación en mi interior y rebuscaba en mi bolso de piel y todo estaba en su sitio. 

Abrí la puerta blindada con la llave única en su especie y descubrí dos pequeños objetos en el vaciabolsillos de la entrada. Me quedé ahí, casi en el rellano y, joder, mi cerebro empezó a proyectar imágenes desparramadas del verdadero día: por la mañana, un accidente de moto en la carretera en el cual yo no estaba directamente involucrada; a medio día, un mendigo en el suelo con un cartel de súplica; en la ciudad, manifestaciones de varios niveles de indignación; en el metro, un padre desesperado pedía ayuda para no ser desahuciado y, por último, en el barrio humilde, unos niños tísicos huían tras robar a una anciana. Yo, mientras tanto, andaba muy ocupada maximizando la utilidad del interior de mi bolso. En el vacíabolsillos, el objeto rojo se estaba secando y el segundo era cada vez más transparente; creo que hacía muchos días que no usaba ni mi corazón ni mi sentido común.

Este camino te eligió libremente, y así es como tienes que deshacerte de él.

domingo, 6 de julio de 2014

oxes

.amanece el día y dentro, por dentro, eso se llama respirar ¿amor?, se llama respirar, al menos, algo de aliento ajeno. Amanece, horizontal, amanece y superpuesta la imagen del perfil de la figura al costado izquierdo. Amanece, pero un de repente oscuridad y olor a hierbabuena, olor a noche. Se oye un roto de olas constantemente silencioso, se oye y somos nosotros chocando ya al final, temblando entre la espuma de nosotros. Se imprimen en tus paredes mis manos (por siempre) sobre tu cabeza y el latir de mis mil regiones por dentro no me permite discernir si es el mismo placer otra vez, o uno único, tuyo y mío, exclusivamente tu lengua en mi epidermis. Veo el zarandeo previo de mi cuerpo  entre tus manos, pendular ante tu fuerza, débil o sucumbida previamente por tu boca en mi otra boca, por tu reto de palabra muda. Percibo tu placer que desde mi húmeda cavidad superior te hablo en mil lenguas deslizantes de labios tiernos y fecundos en ganas de oírte chocar el murmullo con el grito desde tu propio aparato fonador, mi oralidad en mute. Pero mucho antes arriba en posición pseudohorizontal tu mano había sido cuenco de mi asiento y mi interior refugio cálido de tu tacto, y en tu tacto, tu gusto. A todo esto, se había hecho de noche y tú me invitaste a subiR 

sábado, 5 de julio de 2014

A.

Con versos incrustrados de J.Gil de Biedma
A de amiga
A de amor
A de Ana
Los años
nos desgastan las sonrisas, 
parece,
o nos consumen la amistad,
dicen.

Los años,
creo,
son el reto
para conocer al otro
y no perderlo en el intento.

Son los segundos
los que me convencen
de que eres la persona
imprescindible
en mi tiempo.

Tú y yo
"empezamos a ser los compañeros
que se conocen 
por encima de la voz o de la seña",
somos el hogar
de vientre casi maternal,
la clave de la calma
entre el caos personal.

No sé cómo he conseguido engañarte
y retenerte
todos estos años al costado de mi vida;
ni idea,
como quien dice,
de qué habrás visto
en el ser perdido que siempre fui.

No me creo a veces
que una mente tan lúcida
se haya dejado contagiar por esta sombra.

No entran ya estas cuestiones,
sol,
vida intensa
de lengua doble,
que eres toda luz
cuando eres tú
y ríes e inventas
tú mi risa,
me reinventas,
me haces feliz.  

Y sé que hay huecos
que nadie ya
va a poder completar
dentro de ti.

Sé que estas lejos
de tu viejo sueño
infantil,
que se te han abierto heridas
que a tu edad, joder,
no deberían agrietar tu alegría.

También sabemos que estamos juntas
en la próxima herida
que pueda rasgarnos la vida,
en el apeadero
del siguiente tren ÉL 
que se nos escape
o del que toque,
por lógica,
bajarse.

 Sabes que
en esos días rojos
en los que
tengas miedo
y no sepas por qué,
y empieces a respirar
agitadamente,
la otra Holly,
aquí,
siempre a tu lado
(doesn't mind the country you're living in)
para besarte
y deslizarte en el oído
un
my darling
de paz,
de verdad,
de casa,
de
te quiero.