martes, 26 de enero de 2010

Desayuno a la romana

hhhmmm...respiro...
ya es de día,  y el resplendor dorado abre mis ojos como el sistema de una tostadora, ¡plin!
Tengo algo de sueño...pero el hecho de conocer, despierta mi alma...y casi de un brinco mi tronco emerge de entre las sábanas  y los brazos con fuerza, independientes, me estiran.

Ya es de día, y miro con ilusión el reloj de mi muñeca... a pesar de ser las siete de la mañana, ya es de día , ha amanecido hace algunos minutos y el sol ya hace un marcado acto de presencia.

Sonrío, con algo de avaricia y malicia...pero...¿Cómo no hacerlo? tengo una ciudad, La Ciudad,  entera postrada a mis pies, esperando mi llegada... mis visitas, mi felicidad... Ahí está, ella, la añorada, la bella, la eterna la llaman, y después de tantos siglos permanece... hermosa...coronada por miles de edificios de antaño y sus siete suaves senos, como los de aquella loba...

La ventana me llama, pero aún no me he levantado de la cama (esa gran cama que no podía abarcar ni expandiéndome) y desde ahí ya puedo ver parte de ese mundo que espera...así que, no puedo hacer pereza, "Clara, ve a verla , te espera"

Me acerqué allí, y era verdad... me estaba esperando,  y estaba espléndida, a pesar de ese mes del año que todo lo tiñe de blanco, ella, dorada...alegre, y mientras la bandera de España, hondeando...

Solo un pensamiento permanecerá inmutable en mi mente durante años: "algún día, serás mía, vieja promesa de antaño..."

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